LA CAJA, TAMBIéN OBRA DE ARTE

Todos los objetos que sirven para guardar cosas en su interior participan de la misma condición de “contenedor”. Aptas para diversos contenidos, las cajas se convierten en símbolos del inconsciente, de totalidad y de principio espiritual, y por extensión, del elemento femenino, materno.

El uso de cajas, arcones u otros utensilios similares han nutrido numerosas historias y mitos, siendo una de las más conocidas la que en la mitología griega protagonizó Pandora.

La historia de Pandora y su famosa caja se enmarca dentro del mito de Prometeo, que robó el fuego a los dioses para entregarlo a los hombres. Zeus, enojado con Prometeo, ordena a Hefesto, dios del fuego, crear una figura de barro, una preciosa doncella a quien los dioses dieron las mejores aptitudes para enamorar a cualquier hombre. Así pues, crearon una joven que acabaría trayendo todas las desgracias al mundo de los mortales. Antes de bajar a la tierra, Zeus le entregó una caja indicándole que nunca debía de abrirla para conocer su contenido ya que, en el mundo de los humanos sería feliz y tendría todo lo que un mortal puede desear.

Epimeteo, hermano de Prometeo, se enamoró de ella sin tener en cuenta las advertencias de su hermano hacia los regalos de Zeus y se casó con la muchacha.

Una noche, Pandora, movida por la curiosidad, no pudo resistir la tentación y decidió abrir la caja. Su contenido escondía todas las capacidades desconocidas, (inconscientes) de los humanos con sus posibilidades inesperadas, desmesuradas, destructoras, que se esparcieron por toda la tierra. Solo la esperanza quedó en su fondo.

Las cajas de Antolina Vilaseca y de Hilda Zagaglia esconden y muestran a la vez todo un mundo intensamente humano, con recuerdos del pasado, inquietudes del presente y quizás el observador de espíritu abierto pueda encontrar también, como en aquella mítica de Pandora, la esperanza en el futuro.

CARGA Y SIGNIFICACION SIMBOLICA (EXTRACTO)

Las cajas de Antolina Vilaseca e Hilda Zagaglia no pueden ─o no sería suficiente─ ser objeto de una atención con criterios sólo estilísticos (figuración, abstracción, técnicas, etc.) o formalistas (equilibrios, composiciones, etc.), puesto que una lectura exclusivamente desde estas ópticas escondería el fondo que las sustenta detrás de la enigmática presencia de formas y objetos que pueden parecer inconexos y desconcertantes a la primera mirada.

Tampoco son un ejercicio de habilidades manuales, aunque no las desestimen, ni una reducción a formalismos o esteticismos halagüeños destinados a remitir al observador a la confortabilidad de lo conocido. Éste, el observador, privado de referencias previas fiables y con dificultades para transitar caminos poco conocidos, sin asideros sólidos que le den seguridad, se ve abocado a las “profundidades del sentir humano” y a la incertidumbre de su contenido.

Una lectura simbólica de estas obras no sólo es útil, sino que resulta imprescindible, no tanto para hacer una traducción descriptiva como para establecer una relación entre ellas y el observador, para favorecer que éste aventure algunas respuestas al diálogo que le propone la obra, más que la artista. Hay en estas cajas, elementos recurrentes de una carga simbólica indiscutible y que un análisis detallado podría sugerirnos una larga lista de posibilidades:

Muchas de las obras artísticas son incursiones a este ámbito, elementos que quieren ser vistos como signos o cifras que hablan otro código: son símbolos y de ahí deriva su capacidad para generar resonancias difíciles de expresar con otros lenguajes.

Se diga inspiración, participación mística, inconsciente colectivo o cualquier otra expresión, en realidad se hace siempre referencia a este territorio desconocido y de difícil definición, pero sobre el que existe prácticamente unanimidad entre pensadores de diferentes disciplinas (psicología, religión, filosofía, etc.) respecto a su existencia. También lo hace la ciencia, aunque a menudo pensamos que se contrapone.

(El catálogo de la exposición desarrolla este tema con mayor amplitud).

LAS CAJAS Y LOS RELICARIOS (EXTRACTO)

En estos objetos, en estas pequeñas o grandes instalaciones que son las cajas y relicarios, está lo que se ha escrito de Antolina Vilaseca. La artista vive y en su entorno encuentra una serie de materiales que quizás no tienen la significación objetiva que otros dicen que tienen y en cambio sabe descubrir una significación clara y precisa para su sensibilidad y su mundo emocional. El orden que se establece en la caja, en el relicario, es el que decide el creador. Es obvio que todo orden genera un sentido, ese y no otro; por eso las obras similares de unos artistas son diferentes en cuanto a intención y, por supuesto, en cuanto al significado.

Arnau Puig, filósofo y crítico de arte